¡Madre ¡
que, en los cielos estas,
perdónales porque no saben lo que hacen,
cuida sus agónicos
días
de sufrimientos y
desgracias.
¡Pobres andan sumergidos en la macula noche de sus
pesadillas;
recordando los
perdidos días al no decirte
¡te quiero madre
mía!;
hoy desolados caminan al no tenerte a su lado,
agónicos al tiempo perdido,
por sus mejillas ruedan las lagrimas
que, tragadas por la seca tierra,
los recuerdan de donde vienen.
lloraran sobre el huérfano árido del recuerdo,
agonizando cada día.
¡Madre!
¡Perdónales porque no saben lo que hacen!
fue el grito del santo
Privilegiado el que tiene una madre
que acaricia el rostro y susurra el nombre,
¡Abrázala!
Que mañana serán tus recuerdos y la sonrisa brotara en tus
labios
de lo mucho que la amaste.
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